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Prórroga, la historia iba a repetirse. España controla pero el gol dichoso no llega, hasta los transalpinos parecen achuchar buscando su inmerecido premio...
Y llegaron los penaltis. El cruel destino parecía querer volver a hacer de las suyas... pero esta vez no. Iker Casillas, el (por si alguno lo dudaba) mejor portero del mundo sacaba dos manos prodigiosas y, con ayuda de los jugadores que marcaron sus lanzamientos, mandaba a los italianos a su casa.
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¡Qué bueno eres, cagontó!
La historia ha cambiado, el maleficio se ha roto, todo lo que venga ahora será un premio... quien sabe si el gordo. Ciao Italia, el codazo en la nariz esta vez no fue para nosotros.