EL párrafo anterior fue una de las muchas críticas que aparecieron en diversas publicaciones cinematográficas estadounidenses tras el estreno de la película La parada de los monstruos (Freaks en el original), la obra maestra del mítico director Tod Browning, en el año 1932. Y es que La parada de los monstruos (LPDLM de aquí en adelante) fue un film muy fuerte, y excesivamente grotesco, para el público de los años 30, menos acostumbrado que el actual a todo tipo de escenas “repugnantes”.
PASEN Y VEAN
La obra que hoy nos ocupa transcurre en un circo, pero no en uno de esos típicos circos a los que estamos acostumbrados con sus animales, sus payasos (¡nooo!, no me refiero a la ONU XD), etc., si no en un circo de rarezas o seres fantásticos. Esto es, que bajo su lona desfilan personajes como la mujer barbuda, enanos, hombres sin piernas, hermanas siamesas y demás.
De entre todos los componentes de dicho circo su miembro más destacado es la trapecista Cleopatra, también conocida como la reina del aire, pero, que a diferencia de la gran mayoría de sus compañeros no presenta ninguna deformidad física. Sin duda es ese estado de “normalidad” lo que a Hans, el enano, más le atrae de su voladora compañera, a pesar de estar comprometido en matrimonio con otra chica con la cual tiene en común el mismo defecto físico.
Cuando Cleopatra se percata del amor que Hans le profesa, esta hace todo lo posible por tenerlo junto a ella, dado que él no hace otra cosa que comprarle regalos caros (joyas, abrigos y ese tipo de cosas). Mencionada situación acabará desembocando en la ruptura del anterior compromiso matrimonial de Hans, y en el establecimiento de uno nuevo con la reina del aire. Pero como os podréis imaginar, a la trapecista no le mueve el amor, sino el vil metal, ya que ha descubierto que su futuro marido ha heredado una fuerte suma de dinero, y pretende quedarse con todo y fugarse con el fortachón del circo. Por supuesto antes de poder llevar a cabo sus planes tendrá que “sacar de escena” a su pequeño enamorado...
Este es a grandes rasgos el argumento de LPDLM, uno de los grandes mitos del género fantástico y de terror, que, además de contar con uno de los finales más escalofriantes de todos los tiempos (¿cómo será?¿cómo será? :P), tuvo prohibida su exhibición en los cines de Gran Bretaña durante más de treinta años.
El torso humano, uno de los personajes más célebres de la película.
EL MAESTRO DE CEREMONIAS
Tod Browning, nacido el doce de julio de 1880 en Lousville, Kentucky (EE.UU.), está considerado como uno de los mejores directores de cine fantástico-terrorífico de la historia.
Al comienzo de su carrera trabajo como payaso y actor teatral, y habría seguido así de no ser por Edward H. Griffith, toda una leyenda en el mundo de la pantalla grande, que lo enganchó en esto del celuloide. En 1914 comenzó su andadura como actor en la Biograph donde trabajó bajo las ordenes del propio Griffith. Transcurridos tres años dirige por fin su primera película, The lucky transfer, un melodrama romántico, género que no cultivaría en muchas ocasiones. Finalmente, en 1925, pasa a formar de los estudios MGM (la Metro Goldwyn Mayer para entendernos ^^) donde rodaría no sólo la mayor parte de sus películas, sino también las mejores.
Además de LPDLM, de la extensa filmografía de Browning cabe destacar otros títulos como: Garras Humanas (The Unknown, 1927), en la que Lon Chaney (otro mito en esto del terror) interpreta a un lanzador de cuchillos manco, La casa del horror (London after midnight, 1927), Oriente (Where East is East, 1929), Drácula (Dracula, 1931), entre otros muchos, todos ellos bañados por la prosa demente y morbosa, que este ex-payaso aplicaba a todo lo que caía en sus manos.
Una leyenda del Séptimo Arte.
EL MAYOR ESPECTÁCULO DEL MUNDO
Sin duda hay un par de detalles que convierten a esta película en un espectáculo único e irrepetible. Único, porque difícilmente veremos hoy por hoy un largometraje que utilice como actores a monstruos o rarezas de circo REALES (si mis queridos amiguitos, todos los seres que pueblan LPDLM son auténticos al cien por cien, tanto la mujer barbuda, como las hermanas siamesas, el torso viviente y compañía), e irrepetible porque también es muy difícil que una producción cinematográfica nos impresione como impresionó al público de 1932. Tened en cuenta la época, se trataba de un periodo de la vida social norteamericana de una moral muy estricta que intentaba autoprotegerse de todos los males del mundo (por desgracia esto quizás no haya cambiado demasiado), y que, entre otras cosas, no hacía mucho tiempo que había visto como su gobierno prohibía la venta de bebidas alcohólicas con la conocida Ley Seca.
Debido a esta moral, el público repudió LPDLM, no era tanto porque se tratara de una película de terror (género menospreciado durante muchos años en Hollywood), fue porque el film de Browning mostraba algo tan real como eran los llamados fenómenos o rarezas circenses, algo que los espectadores de aquellos tiempos rechazaban dado que les mostraba lo “cruel” (digo esto con todo el respeto del mundo) que en ocasiones podía ser la madre naturaleza con sus hijos humanos... aunque ese rechazo más bien encubría la forma en que la gente de comienzos y mediados del siglo XX se comportaba con aquellos fenómenos, los cuales normalmente eran apartados o escondidos de la sociedad y, en muchas ocasiones, obligados a unirse a circos, espectáculos y derivados.
Sobra decir que la censura no dejó pasar impunemente esta obra: fue prohibida en estados como el de Nueva York y forzó al director a recortar cerca de treinta minutos del metraje estrenado en el año 32, además de obligarlo a incluir un prólogo y un epílogo de tono “feliz”. Es esta versión censurada la que ha llegado hasta nuestros días, una verdadera pena. Por suerte, a pesar de los tijeretazos, la película conserva intacta toda la esencia que la hizo ser odiada y mal vista durante casi cinco décadas. De todas maneras, y gracias a ese maravilloso invento llamado DVD, hoy disponemos de una edición especial en la que, a través de un excelso documental, podemos conocer como era exactamente el final que Browning tenía en mente.
El banquete de bodas, una de las escenas claves de la película.
EL NACIMIENTO DE LOS FRIKIS
Friki, una palabra que en los últimos años empleamos con bastante frecuencia... pero... ¿sabemos de donde ha salido?. Los más avispados dirán que es una españolización del término inglés FREAK, que significa fenómeno o rareza, cierto es, se trata de una adaptación a nuestro idioma, pero no me refiero a eso. Me refiero al uso que se le da en nuestros días para referirse a todo aquel que se muestra muy fanático o apasionado con cualquier cosa, ya sea una afición, un deporte, el trabajo, etc.
Es esto último lo que me llevó a escribir este artículo, puesto que en ocasiones había oído teorías por ahí sobre el origen de tan peculiar palabra que me dejaban algo anonado. Por mencionar alguna, citaré textualmente la hipótesis que uno de los participantes en una mesa redonda, llamada algo así como ¿Quién odia a los frikis?, del VI Salón del Manga de Barcelona lanzó a los allí presentes: “La palabra friki se la inventó algún filósofo japonés para definir a los aficionados”. Dicha afirmación hizo que a mi amigo y eterno compañero del Fanzine Zero, Drhago, se quedara blanco y comenzara a echar espuma por la boca, tras escuchar una afirmación tan “peculiar”.
Y es que, queridos lectores, el nacimiento de la palabra friki/freak (en lo que respecta a su uso actual claro, ya que la palabreja existe desde hace muchísimos más años, pero como comprenderéis, no es cosa de remontarnos aquí a la época de los indoeuropeos y similares) se encuentra en el largometraje hoy tratado. Como ya dije antes, la gran mayoría del público que vio LPDLM en su día la consideró una cinta bastante vulgar, por no emplear otro término más peyorativo, hasta el punto de utilizar el título original de la película, es decir, FREAKS, para referirse a toda aquella persona que tenía un comportamiento o gusto “extraño” a los ojos del gran vulgo. Con el paso de los años el término se centró en dos sectores principalmente: el mundo de los cómics y el de la música, hasta el punto de que los padres ingleses llamaban (de manera despectiva) freaks a grupos como Los Beatles. En lo que se refiere a los cómics pasó algo diferente, dado que eran los propios aficionados los que se lo llamaban entre ellos (obviamente de modo afectuoso), a pesar de que el resto del universo lo seguía utilizando de forma negativa.
Sin duda es en este último grupo donde el término lleva más tiempo siendo empleado, de hecho en nuestro país, las revistas y fanzines dedicadas al Noveno Arte fueron de las primeras en importarlo (haced memoria y pensad en que tipo de publicaciones visteis escrita por primera vez la palabra friki). Tal hecho se debe a que este sector, de cara a la mayoría de la gente, siempre ha sido considerado algo estrafalario y un poco extraño. No deja de resultar curioso que en el ámbito del cine apenas se haya utilizado, sobre todo teniendo en cuenta que fue ahí donde surgió, quizás sea debido a que, al contrario que los aficionados al cómic, los cinéfilos siempre han estado “mejor vistos” dentro de las grandes masas, al menos en el pasado siglo XX. Actualmente, el término ha evolucionado hasta un punto en el que (casi) no tiene connotaciones negativas, puesto que se ha convertido en una palabra de uso común, y es muy corriente oírla en programas de radio, televisión (aquí quizás el término se ha desvirtuado bastante), o leerla en revistas de cine, deporte, y como no de manganime, para hacer referencia a seguidores, fans o apasionados otakus. Y de este modo (nada de filósofos y demás utopías) fue como el título de una película, menospreciada e infravalorada durante medio siglo, acabó instaurándose en la vida cotidiana de muchísimas personas. Colorín, colorado... ya sabéis como acaba ^_-.
Nota de Apo: Artículo aparecido por primera vez en la revista Shirase. Correccion y actualización por parte del autor del mismo (esto es, yo).
Típica escena: mujer asustada delante de un friki XD.
Etiquetas: Críticas cinematográficas